Hace tiempo que no se despierta con un nudo en el pecho,
con la semilla del miedo o la decepción.
En lugar de eso, celebra el amanecer en el canto y el vuelo de los pájaros de su barrio
y las luces y colores del cielo, que la envuelven.
El ritual del desayuno y todas las ofrendas que le siguen a lo largo del día y de la noche.
La salud (esa gran ofrenda), la paz, la soledad (a solas con Dios),
los encuentros, los ágapes, las largas caminatas por la montaña,
el baño en el mar en invierno.
Celebra su vida diaria, tan austera y a la vez tan abundante.
Tan cerca de Dios, aun cuando no se siente Dios mismo.
Y entonces la Vida empieza a regalarle también una lluvia de pruebas,
como un juego de competencias.
El encuentro con su amigo espiritual esta vez no es inspirador
(el triunfo de la cabeza y las opiniones sobre el corazón y el vientre);
las fotos en las redes exhiben logros ajenos como un canto al lujo y la distinción
cuando el objetivo es distinguirse.
Los ataques a civiles continúan, la destrucción de sus hogares.
La expulsión de familias declaradas "ilegales", los campos de concentración.
El odio, la insensibilidad, la psicopatía.
El naufragio.
¿Aún la decepción y la soledad?
No siempre.
Aparece la vida poniéndola a prueba pero ella regresa a su refugio personal,
al paraíso personal, a la abundancia, la suya.
Y qué más da que nadie más la vea.
sábado, 15 de febrero de 2025
La Vida, la Maestra.
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