miércoles, 21 de agosto de 2024

La recta final.

 


En la sesión de preguntas y respuestas, alguien levantó la mano y tomó la palabra:
Qué hacer cuando se apodera de tu mente la voz del juez estricto e implacable
que mira el pasado y solo ve faltas, acusaciones, culpas, errores, dolor?

Sonó la campana y la maestra respiró varias veces en silencio, como siempre lo hace antes de responder.

Qué puedes hacer ahora? -dijo.
Simplemente, no hacer más daño.
Eso es todo.
Ni siquiera te molestes en rebatir el relato pensado, que obviamente es equivocado
porque no nace del amor y la comprensión,
sino de una mirada parcial contaminada.
La voz del juez que mencionas está equivocada y no refleja la realidad
porque no tiene en cuenta todas las causas y condiciones.
Es una simple inercia kármica sin más sentido que ése, la repetición mental.
Pero da igual.
Es una voz equivocada. Si reconoces eso, ya es mucho.
Y desde ahí, qué puedes hacer ahora?
Cómo afrontar tu vida presente y futura?
Sencillamente, intenta no hacer daño.
Abre tu mirada para que quepa todo tu entorno, incluidos los seres más cercanos.
Y trátalos con cuidado. Y, si es posible, con amor.
Esto te ayudará a comprenderles y verlos más claramente.
Con eso basta.

Otra persona de la mesa de la cuádruple sangha
(una monja, un monje, una mujer laica y un hombre laico)
tomó el micro para añadir algo:
Esto se acaba -dijo.
Imagina que estás en la recta final de esta vida, lo cual siempre es cierto,
ya tengas 100, 80 o 25 años.
No importa lo largo o corto que parezca el camino por delante, se va a acabar.
Y qué es lo que importa ahora?
No dejar más veneno.
Dejar tras de ti una imagen amable, una energía amable.
Una persona fuerte.
Que la culpa o el resentimiento no inflijan un daño que proyecte un personaje débil y sin dignidad.
Respeto, hacia ti mismo y hacia los demás.
Amabilidad, fortaleza y respeto.
El ser que eres, no contaminado por los relatos del pasado.
O del presente, de cualquier tiempo.

Esto se acaba.
Sé la persona que quieres dejar aquí, cuando te vayas.




jueves, 15 de agosto de 2024

La iluminación será una gran carcajada.

 


Hay quien dice que el sufrimiento es la mejor escuela.
Como los viejos refranes que oía de niña: 
"La letra con sangre entra", "Quien bien te quiere te hará llorar",
"La vida es un valle de lágrimas" y otros por el estilo.

Una amiga profundamente convencida de esto le dijo una vez: No te vas a iluminar tumbada en una hamaca.
Ella respondió: Por qué no?
El sufrimiento puede ser una escuela, y puede que no.
También se puede instalar como una zona de confort, un hábito, una adicción.
Hay incluso quien llega a confundir el sufrimiento con el amor.

El sufrimiento puede ser una escuela, como cualquier otra experiencia que la vida te brinde.
También la alegría puede ser una escuela. Si no te confundes con la fuente.
Si no te apegas al aparente objeto, como una adicción.
La alegría sin objeto es una buena escuela.
Cualquier experiencia, física o emocional, puede ser una oportunidad para la comprensión
y la liberación.
El miedo, la tristeza, el duelo, el aburrimiento, el deleite, la victoria, el fracaso.

Cada vez que ella vive un atisbo de comprensión, una sonrisa tierna aparece en su gesto.
A veces una risa explosiva.
Y entonces murmura para sus adentros el viejo mantra:
"La iluminación va a ser una gran carcajada".




lunes, 12 de agosto de 2024

El camino espiritual.

 


Su primer retiro de meditación llegó a su vida como por "azar".
Hacía poco que frecuentaba aquel grupo budista.
Conocerles también parecía haber sido una jugada del azar.
Había acudido como periodista a cubrir una sesión de meditación
y se encontró con unas enseñanzas que ella acabó definiendo como "la mejor ciencia de comprensión de la mente" que conocía, después de largos años de búsqueda en la psicología y la filosofía.
De repente, en la primera meditación budista a la que asistía, le había parecido comprender que el origen del sufrimiento humano era la excesiva importancia personal,
el egocentrismo que hacía que fuera tan dramático todo lo que le ocurría a una misma.
Cualquier gran problema que le parecía vivir, visto en la distancia, si les pasaba a las demás personas, resultaba menos duro y más llevadero.
En resumen: a más egoísmo más sufrimiento;
a menos importancia personal, menos drama y más contentamiento.
Decidió quedarse un tiempo en el grupo budista para profundizar en ello.

Llevaba poco tiempo asistiendo a las meditaciones cuando recibió una llamada de la monja del centro.
Le contó que alguien que se había inscrito para el retiro de verano finalmente no podría asistir.
Contaban con un vuelo pagado y una plaza disponible y se las regalaban si se animaba a asistir.
Ella tenía otros planes para el verano y decir que sí requería afectar a otros miembros de la familia, pero en eso no hubo problema.
Por otra parte, surgían ciertas dudas.
Se trataba de un retiro internacional en un lugar apartado del mundo, de complicado acceso.
¿Y si resultaba ser una secta peligrosa y se llegaba a encontrar allí en una especie de encerrona de difícil salida?
O si simplemente resultaba ser mortalmente aburrido?
Decidió que solo lo sabría si acudía allí.
Al menos entendería un poco mejor de qué va esto y sabría a qué atenerse en el futuro.

En el momento de la inscripción, la monja le explicó que había dos retiros diferentes en el mismo lugar y ella tenía que elegir: el retiro de sutra o el de tantra?
Qué es eso del tantra?, preguntó ella.
El camino rápido, dijo la monja.
Ah, no, pues entonces el otro; a mí déjame disfrutar del camino sin prisa -respondió ella.
La monja la miró un momento y decidió: Tantra.
No lo discutió. Qué sabía ella?

Así que fue a su primer retiro por azar
y resultó ser de Alto Yoga Tantra.




Apenas llevaba un par de días en el retiro cuando empezó a pensar que todo aquello era un despropósito.
Aquel mundo imaginado de mandalas, dakas y dakinis, héroes y heroínas, budas de color rojo y colmillos, ataviadas con calaveras y espadas que cortaban cuerpos imaginados también, en especial el propio. Todas esas oraciones descabelladas. Y estas personas tan racionales que se mueven en este escenario imaginado y surrealista como si fuera real.
Ya el segundo día de su estancia empezó a reír de lo descabellado de la situación y la risa se quedó con ella hasta el final del retiro. Pero era una risa tierna y muy amorosa, como cuando te ríes de un juego inocente de la infancia.

Y entonces apareció esa idea, ante el despliegue de tanto despropósito:
¿Y si el mundo de ahí fuera, de donde vengo, que a mí me resulta tan real y familiar,
y si fuera también un despropósito, un mundo imaginado y loco?
Y tenía motivos para pensar que así era.
Se vio a sí misma allí, corriendo tras la felicidad en objetivos que la distraían de la felicidad, cuando no la alejaban de ella.
Se vio enfadándose por pequeñeces a las que otorgaba gran importancia, saboteando su paz y su propia vida, y la de las demás.
Vio un mundo de personajes con la piel en carne viva, tan sensibles a supuestas agresiones externas. 
Vio un mundo imaginado y caótico.
Y a ella le había parecido siempre tan real, sin cuestionamientos.
El mundo de donde venía era tan despropósito como esta "tierra pura" imaginada,
solo que no era una tierra pura, sino de conflictos.

Cuando regresó a casa, al final del retiro, el mundo al que regresó ya no era el mismo.
Era un mundo soñado, imaginado.
De seres en conflicto, sí, pero eso era debido solo a la ingenuidad de estos seres.
Sufrían, sí, pero también se cuidaban, a pesar de todo.
Se hacían daño (a sí mismos y a los demás) pero ahí estaban, volviendo a intentarlo.
Era como si hubiera tenido lugar uno de los 11 yogas de los que había oído hablar en el retiro:
el yoga de la purificación de los seres migratorios.
Los seres que encontraba de nuevo, a su regreso, los mismos de antes,
ahora eran otros, como purificados por una mirada de comprensión, de amor.
Y ahí se había quedado la risa, la sonrisa, tan tierna.
(En budismo la llamaban compasión).

Y ahí se quedó ella, también.
Cada día cuando se levantaba encontraba que aún estaba ahí.
Pensaba: Sé que desaparecerá, esto que siento, esta visión.
Todavía estoy bajo la influencia de los efectos del retiro, como una estela que se acabará disolviendo.
Estoy preparada, se decía cada mañana.
Y cada noche.
Sé que esta experiencia desaparecerá, estoy preparada.
Pero ahí estaba.
Pasaban las semanas, y los meses, y los años. Y ahí estaba.

Se quedó en el Alto Yoga Tantra porque era un estado apasionante, y un viaje apasionante.
Y le ponía difícil olvidar que este mundo de vigilia también era imaginado.
Y para imaginar ya estaba bien la práctica del Gran Gozo y la vacuidad.
Entregarse a esta experiencia, hacer inmersión en ella.
Este nuevo mundo donde vivir.

No digo que fuera una forma más acertada o menos que otras, de entrar en el camino espiritual.
Pero, tal como le dijo la psicoterapeuta budista Mariana Caplan, en una entrevista:
A veces entras en la práctica por razones equivocadas pero no importa
porque el camino en sí es inteligente y acaba mostrándote lo que Es.

Aquellos fueron los inicios.
Todo empezó por azar, o por razones equivocadas. O no.
Porque se dieron ciertas condiciones.
En cualquier caso, aquellos fueron los inicios.
Aún tenía mucho camino por delante, sin saberlo.





sábado, 3 de agosto de 2024

Feliz cumpleaños.

 


Le preguntó cómo es que últimamente no hacía viajes.
Dijo: Porque me he dado cuenta de que lo que más me gusta del viaje es cuando llego a algún lugar y me instalo, y tengo espacios de descanso y quietud para disfrutar, y establezco rutinas.
Y eso ya lo tengo aquí.

Dicen que el maestro Linji decía: "No necesitas ir al monte Wutai para encontrar a Manjusri".
Manjusri está aquí mismo.
¿Está aquí mismo? -se preguntó ella.
¿Lo veo? ¿Lo siento?
Decidió buscar la llave perdida donde se le había perdido,
no donde le resulta más cómodo, como en el cuento.
Aquí mismo.

Entonces la golondrina se puso a cantar, en el calor mudo de la mañana.
Este amanecer, aún en duermevela, ya incorporada en el futón contemplando el día que se despliega,
vio a una tórtola que había aterrizado en la verja negra, en el balcón.
La miraba a ella en el interior.
Mantuvieron la mirada un tiempo.
De repente, la tórtola alzó las alas y voló al interior de la habitación.
Realizó un vuelo de ida y vuelta y regresó a la verja de hierro negro en el balcón.
Allí se mantuvo de nuevo, mirándola, contemplándose mutuamente,
y luego repitió la hazaña.
Un rato después se fue.

Un perro llora.
En el verano, se suele escuchar a ratos el llanto de un perro que echa de menos a su familia.
Ella sabe que Manjusri también está en el llanto del perro,
el canto de la golondrina, la tórtola que se interna en su habitación.
Pero, lo ve?
Hoy toca sentir paz pero no el gozo profundo.
La mera contemplación distante.
Incluso su propia vida le parece ahora ligeramente vivida.
Recuerda uno de sus entrenamientos personales:
Atención al pensamiento autoexigente y hostil.
Es verdad que no se la cree, a esa voz, pero es una compañía demasiado presente.
Sólo desde el amor se trata a los fenómenos con amabilidad.

Hoy es el día, 93 años atrás, que su madre llegaba a este mundo.
Hoy es el día, 15 años atrás, que decidió irse.
Reaparecen las escenas como fotogramas.
Otro fotograma es el instante en que ella misma se va.
Y la vida continúa.
El dolor, la culpa, el resentimiento, el miedo, la amenaza.
Todo ello seguirá aquí, manifestándose en este sueño,
en los seres que ama.

El aire empieza a ser caliente.
Se subió a su caballo de hierro y atravesó el desierto árido y plomizo
hasta llegar al agua
donde convertirse 
en agua.