domingo, 18 de diciembre de 2022

La impermanencia.

 


El sonido del viento,
su voz de aire, a veces como un silbido.
A veces su presencia invisible se manifiesta en un golpe sutil en la ventana
o en el temblor del toldo de la terraza.
La voz del viento, como una ola de aire.
El tren que pasa.
Atardece.
El sol se aproxima al horizonte de mar
y al horizonte de montaña,
abandonando la masa de nubes grises y blancas en lo alto.
Desciende lenta y silenciosamente sobre una franja de cielo claro.
Silencio y quietud en su refugio
mientras el mundo continúa su danza imparable.

Aunque no hagas nada, la Vida continúa su devenir.
Aunque no hagas nada, el guion de tu vida no se detiene.
No tienes que hacer nada para que el flujo continúe con su propio ritmo,
de acuerdo a la ley de la impermanencia.
Cada vida como un bardo entre otras dos vidas en transición.
No hace falta que hagas nada, la película continúa su desenlace;
el libro sigue escribiendo su relato, 
trazado por una mano invisible.

Le gusta sentarse y contemplar.
Al atardecer es tan explícito.
Al amanecer también.
Especialmente cuando la voz del viento le pone sonido
al movimiento que no ve.
O la lluvia, limpiando escenarios viciados.

El silencio y la quietud en realidad no existen,
no son experiencias de este mundo, tan lleno.
Tan llenos, el silencio
y la quietud.
Como el espacio vacío, tan lleno de sueños.
Tanta energía en movimiento.
A veces siente vértigo.

Descansar, para ella, es disolverse en el misterio de este océano.
Como agua vertida en agua.





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