lunes, 8 de mayo de 2017

Las seis condiciones para la concentración en la meditación formal.





En budismo se le llama "meditación informal".
Es una forma de vivir, consciente, con atención, despierta.
"El arte de vivir despiert@", dice Thich Nhat Hanh.
Desde el amor y la compasión.
Desde la aceptación y la relatividad que te ofrece tu experiencia de la vacuidad, aquélla que poseas.
"Más dharma y menos drama".


La meditación informal es una forma de vivir la vida cotidiana.
Pero, ¿y la meditación formal?

También la llaman "sentarse".
En un cojín, en una silla, en el césped, en la tierra de la montaña o en la arena de la playa.
Aunque la posición es lo de menos, también te puedes acostar, si las circunstancias lo requieren.
El caso es parar.
Parar. Y soltar.
Y entregarse a la meditación formal.
Desde la quietud y el silencio interior.
También la llaman contemplación.
Porque "el observador" contempla todo lo que aparece (sonidos externos e internos, pensamientos, olores) sin dejarse llevar por ellos, como nubes en el cielo que aparecen, pasan y desaparecen.
Sin deseo ni aversión. Con ecuanimidad.
Es la experiencia de la meditación formal.

En budismo se habla de las diferentes "absorciones meditativas" o "permanencias mentales", como niveles de concentración. Como un mapa que toma nota del camino de la concentración.
Y desde el principio se habla del disfrute de soltar, de la alegría, desde la primera absorción meditativa, mucho antes de llegar a la "permanencia apacible" (novena absorción) o el "camino de no más aprendizaje".

La concentración de la meditación formal es un disfrute en sí mismo, como la concentración (el fluir) en cualquier actividad que te absorba hasta desaparecer.





Ella aún recuerda, en el centro budista donde le tocaba ocuparse de la recepción, las inscripciones en los diferentes cursos de meditación, atender las llamadas, responder los emails, cuadrar las cuentas, preparar el té y las pastitas, barrer el suelo, fregar los cristales de la puerta y los lavabos, asegurarse de que la gompa de meditación estaba a punto, la temperatura justa, el sonido del equipo, la grabación preparada... Y entonces sonaba el teléfono y el maestro la llamaba desde un embotellamiento de tráfico: "No llego, tendrás que hacer tú la meditación." Claro.
Entonces ella cogía el libro o el cd y repasaba la meditación que correspondía al día de hoy, y entraba en la sala y se sentaba en "el trono". Cuando ya todo había sido soltado.
Y sonreía.

Esto es lo que me gustaría transmitiros -decía-, esta alegría de soltar.
El entusiasmo del viaje.
Soltarlo todo y entrar en este viaje interior lleno de sorpresas.
Soltarlo todo.
La ligereza, la liberación.
Esa alegría profunda que precede a la meditación.
Esa entrega al disfrute de la concentración.





En su comentario sobre la diligencia correcta (del Noble Óctuple Sendero), en su libro "El corazón de las enseñanzas de Buda", el monje zen vietnamita Thich Nhat Hanh insiste en que la práctica ha de ser gozosa. Incluso en las dificultades o cuando no se cumplen las expectativas, debemos proteger la alegría de estar en el camino.
Quizás el problema es que no soltaste las expectativas en el previo "soltar".

Y Ayya Khema no se cansaba de repetirlo en su retiro sobre las absorciones meditativas, recogido en su libro "¿Quién es mi yo?".
"Una mente alegre o gozosa es un requisito necesario, sin ella es imposible meditar".
"Si no tenemos esta alegría, especialmente en nuestra práctica espiritual, la meditación quedará relegada a un lado cada vez que creamos tener algo más importante que hacer".
"Sin alegría no hay concentración".
"Sólo podremos concentrarnos si la mente está gozosa".
Y así una y otra vez.




Pero para que esto sea posible has de cuidar bien de las seis preparaciones o condiciones necesarias en el proceso previo a meditar y entre sesiones. (Según el "Camino gozoso de buena fortuna", de Geshe Kelsang Gyatso).

1. Encontrar un lugar adecuado para la meditación.
2. Tener pocos deseos.
3. Permanecer satisfech@.
4. Evitar actividades que causen distracciones
5. Mantener una disciplina moral.
6. Evitar pensamientos que causen distracciones.





A ella le importaba que su vida diaria fuera la "meditación informal" de vivir consciente, el arte de vivir despierta.
Y, al mismo tiempo, que fuera como la preparación para la meditación formal.
Ausencia de deseos, vivir satisfecha, evitar actividades que te distraigan y pensamientos conflictivos, discursivos, excesivamente estimulantes o desalentadores.

Y el hecho es que era lo mismo.
Las preparaciones para la meditación formal no eran otra cosa que vivir consciente, con atención, el arte de vivir despierta.

Vivir cada día, cada instante, como una oración.

Y meditar como un viaje apasionante.

La entrega y la confianza,
en la meditación formal.
Y en la meditación informal.






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