jueves, 3 de marzo de 2016

Seres imperfectos.







"Pues sí. Tienes derecho a la inutilidad, a no servir para nada y no ser condenada al infierno por ello.
Tienes derecho a la estupidez. A ser felizmente estúpida o fracasada."


"No hay tema más universal ni más intemporal que la estupidez humana, su furor egoico y su torpeza al vivir, su miedo al amor y a lo desconocido. Su intento de parecer algo que no es o su esfuerzo por esconder adentro, en lo más profundo, lo que sí es."

"La vergüenza de sentir lo que sentimos nos hace más daño que lo que sentimos en sí."

"Lo que más nos hace sufrir no es tanto el hecho de no sentirnos queridos sino el de no poder amar tanto como intuimos que nuestro corazón está impulsado naturalmente a hacerlo."

Subrayaba pasajes del libro "Clown Esencial" (El arte de reírse de sí mismo), de Alain Vigneau, para su próximo trabajo.




"Lo que vemos en la mirada del otro no es más que lo que nuestras voces internas nos dicen.
El miedo a la mirada de los demás no es más que el miedo a mi propia mirada".

Y entonces leyó esa cita de Joan Garriga:

"La grandeza humana y la verdadera compasión no vienen de sentirnos buenas personas, sino de sabernos malas e imperfectas, y amarnos y amar con ello. Es a través de lo imperfecto como nos igualamos con los demás".





Lo malo de no gustarte a ti misma es que no te sientes merecedora de ser amada y, sobre todo, no te sientes capacitada para amar.
Lo había pensado muchas veces, y ahora estas palabras de Joan Garriga le resonaban como propias.

Es por eso que el budismo insiste tanto en la importancia de la disciplina moral.
Cuando te consideras dentro de una conducta ética, las aguas de tu mente permanecen calmadas.
Pero si te has enfadado, has hecho daño a alguien o algo así, prueba a ponerte a meditar.
Quizás te sientas incómoda, fuera de lugar, como si el juez interior te dijera: ¿A Dios rezando y con el mazo dando? De qué vas, impostora?
Por eso se habla tanto en el budismo de la importancia de la disciplina moral para poder desarrollar la concentración en la meditación y los estados elevados de transcendencia de la conciencia.





Sin ir tan lejos, ella lo ve claramente en su vida cotidiana. Que cuando contemplas algo de ti misma que no te gusta el personaje se empequeñece y tu vida parece de serie B.
No mereces ser amada.
Y lo peor de todo es que parece que ese personaje defectuoso estuviera incapacitado para amar.
Cómo se podría amar desde la imperfección?

¡Pues se puede!, grita, con su nariz redonda y roja, el payaso esencial que tod@s llevamos dentro.
La verdadera compasión, la grandeza humana, residen en que, aun cuando reconocemos nuestra sombra, nuestra imperfección, nuestro egoísmo, aún así, criaturas tan imperfectas y defectuosas, podemos dejarnos amar, con humildad, y podemos amar, desde nuestra imperfección, con un amor imperfecto, pero amor al fin.
Mejor amar con un amor imperfecto que prohibirse el amor, negarse la oportunidad del intento.



La auténtica grandeza humana no reside en el orgullo y la vanidad de la perfección, esa distancia a veces paternalista y perdonavidas, sino en la humildad de conocer las limitaciones, los defectos propios, como un Quasimodo cualquiera junto a decenas, miles de Quasimodos que habitan tu mundo.
Y aun así, jorobada y fea, tener la valentía de amar. Y entregarse.





Pues aquí estamos, con nuestra nariz redonda y roja, uno más en un mundo de seres jorobados y defectuosos, pero tiernos y vulnerables, dignos de ser amados y capaces de amar con el más imperfecto, o perfecto, de los amores.


Quién sabe? Quizás un día, antes o después, descubramos que tanta imperfección no era más que una distorsión de la mirada. Un error de interpretación.
Y que lo que estaba defectuoso era el programa.




5 comentarios:

  1. Hola Marie
    Sigo tu blog hace algún tiempo y siempre ha sido inspirador...
    Pero esta última entrada es absolutamente sublime.
    El amor a mi misma y la aceptación de mi imperfección (si es que existe algo llamado perfección que no se lo que es, ni donde esta definido), por tanto más que mi imperfección acepto mi humanidad, sí pertenezco a ese colectivo, con mi dificultad para amar tatuada a fuego por el miedo, que se va disolviendo en cada experiencia de conexión verdadera con esos otros humanos, que como yo, lo hacen lo mejor que pueden.
    Un fuerte abrazo
    Carolina

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  2. Sí, Carolina. Pensaba que era una reflexión, y una experiencia, que podía ser compartida.
    Aunque por un momento también he pensado que podría no resonarle a nadie.
    Gracias por seguir ahí.
    Y hacérmelo saber.
    Un abrazo.

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  3. Gracias Marié por poner voz a tus reflexiones y compartirlas.

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  4. Linda Gemma.
    Tú también lo haces, a tu manera. :)

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