martes, 10 de febrero de 2015

Quizás la iluminación sea saber estar aquí mismo.





A veces, cuando dolía, pensaba: Aún estoy aquí.
O debería decir: Aún no estoy aquí?


Quizás la iluminación, la transcendencia, consiste en entregarse a lo que hay, mientras está.
No tanto surfear como hacer inmersión.




Siempre había disfrutado mucho los retiros, como una visita a un planeta nuevo.
Allá, en los retiros, lo llamaban "Tierra pura",
y exploraban la renuncia, se entregaban a la renuncia.
Qué dulce embriaguez, liberadora.
Como un perro que sale del mar y se desprende del agua en su pelo, nos desprendíamos de todas las apariencias del samsara, externas e internas.
No circulaban intoxicantes de ningún tipo pero el efecto embriagador resultaba tan inspirador.
(Lo llamaban bendiciones).

Pero a veces ella pensaba:
Y si la auténtica liberación consistía en entregarse a lo que aparece, las situaciones, las personas...?
Contemplar, comprender, amar
lo que aparece.
En ningún caso renunciar, ignorarlo
o negarlo.




Su amigo solía decirle:
Cuándo vas a decidirte a salir de ese refugio tan cozy?
Y ella respondía: Por qué?
Por qué había de hacerlo?
Ese "refugio tan cozy" para muchas personas resultaba un auténtico encuentro consigo mismas, con la soledad, con las heridas sin sanar, con lo humano y con lo divino, y con lo demoníaco también.
No siempre era fácil.
Para muchas personas no resultaba precisamente cozy.
Pero es cierto que para ella siempre había sido un paraíso, como una visita al nirvana.
Y por qué abandonarlo?

Regresar a las apariencias no resultaba tan inspirador. No tan fácil. (No tan cozy)
Ahí estaba el auténtico campo de cultivo, donde practicar la paciencia y todos los demás objetos de meditación.




Así que pasar por "samsara", por la vida mundana, era como pasar por las cosas sin tocarlas, para no implicarse demasiado, para evitar el riesgo de contaminación.
Y si se sorprendía sufriendo, en algún momento, solía reconocer: Aún estoy aquí.
Como una situación imperfecta, inacabada. Un camino sin completar.

Pero entonces sonaba otra voz:
Y si, en realidad, lo que ocurre es que
aún 
no estoy
aquí?

Y si no se tratara de salir de aquí
sino de estar aquí y ahora, donde estás,
plenamente, conscientemente, infinitamente.
Eternamente.





Y era como aquello que le dijo su amigo una vez:
Cuando miras la montaña,
al principio ves una montaña
y luego no ves la montaña.
Y más tarde ves la montaña,
pero ya no es la misma montaña.




4 comentarios:

  1. Refrescante reflexión. Qué bueno sería estar en un encuentro consigo mismo, con la soledad y con todas esas heridas sin sanar..Gracias Marié.

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  2. Hacer un retiro al menos de vez en cuando es como respirar aire puro, limpiar, desintoxicar, poner orden en casa. Es algo q conviene hacer de tanto en tanto.
    Y luego, llevar todo eso a la vida cotidiana.
    Hasta q la vida cotidiana sea como un retiro y el retiro como la vida cotidiana.
    Hasta q no haya separación.

    Si buscas, lo encontrarás. :)

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    Respuestas
    1. Y aún así no está de más seguir haciendo retiros, dentro y fuera de la vida cotidiana.
      Fuera, en monasterios o centros de meditación. O bien a solas, si ya tienes cierta práctica.
      Y dentro de la vida diaria, buscando espacios de soledad o incluso en el corazón del conflicto, cuando aparece.

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  3. Si los retiros te están "funcionando", lo sabrás porque (paradójicamente?) cada vez te sientes más conectad@, menos separad@.
    Más cerca del mundo que encuentras cuando vuelves del retiro, y no más lejos.
    Con más amor y mayor conexión, y no con más ganas de volver a irte de vacaciones. :)

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