A veces estás ahí.
No sabes cómo, pero ahí estás, y todo es hermoso y todo está en orden.
Y en cada persona ves la bondad latente
y en cada lugar el escenario perfecto,
como si el proyector de tu mente
pasara ante tus ojos la mejor película,
la más inspiradora.
Como si absorbieras el amor que te envuelve,
en cada inspiración una bocanada de amor que poco a poco te va convirtiendo en un cuerpo de amor
y sabiduría.
En el sueño de la vigilia y en el sueño de la noche, todo es apacible
y gozoso.
Incluso cuando parece que amenaza tempestades
y llueven chuzos de punta,
dejas que atraviesen tu carne y huesos
y ya no te sorprende que no duela,
que nada duela.
Y lo sabes:
si ahora me fuera, todo saldría bien.
Si ahora me fuera,
todo saldría
bien.
Cuando no controlo mi mente.
Y de repente algo empieza a cambiar. Y aparecen en tu mente pensamientos absurdos,
despropósitos.
Una manifestación del "yo primero", esa molestia, esa incomodidad,
y te muestras complaciente y dejas que se crezca.
Piensas pensamientos del "yo primero"
y dejas que hable el "yo primero"
y le das manga ancha para dirigir lo que haces.
Relajas tu disciplina como si no tuviera mucha importancia. Pero
la tiene.
Lo ves con claridad cuando despiertas del sueño de la noche
y recuerdas una cadena de historias feas, de miedo y dolor.
Y ves claro que no controlas tu mente.
Ni de noche
ni de día.
Definitivamente: no controlo mi mente.
Si ahora me fuera, si ahora muriera, cuáles serían mis sueños?
Una cadena de desvaríos sin control, miedo, avidez, culpa y persecución.
Definitivamente: no controlo mi mente.
La disciplina moral.
Definitivamente: tengo que poner toda mi energía en volver a la tierra pura,
a la placidez, al amor y la sabiduría.
Y para conseguirlo tengo que empezar por el principio:
la disciplina.
Ahogar las voces y las intenciones del "yo primero" que siembra el campo de mi mente
de semillas de insatisfacción, frustración, decepción,
miedo y dolor.
Regresar a la disciplina, quitarme del medio, ver a los demás
y no dejar que el "yo primero" se haga grande,
porque es el único con poder para sacarme
de
la tierra pura.
En la vida,
en la muerte
y después...
Me gusta como plasmas en este post el proceso que el ser humano experimenta en su vida...
ResponderEliminarhay momentos de un estado de gracia y plenitud...
y otros en que aparece el sunami de la mente y todo es como un torbellino que te arrastra y desbarata, si estamos conscientes de estos cambios y lo vivimos observando...vemos que todo pasa y se pone en equilibrio;
y a traves de estas experiencias aprendemos.
Saludos cordiales.
"Incluso cuando parece que amenaza tempestades
ResponderEliminary llueven chuzos de punta,
dejas que atraviesen tu carne y huesos
y ya no te sorprende que no duela,
que nada duela.
Y lo sabes:
si ahora me fuera, todo saldría bien."
Este texto me viene que ni pintado.
Gracias.
Qué linda, Peregrina. Me haces sonreír. En budismo decimos "de regocijo".
ResponderEliminarLa experiencia de que "no duele", que algo parece que atraviesa tu carne y huesos (o tu corazón) y no duele, es sublime. Liberadora. Prometedora.
Como decía en otro texto anterior, "cuando me vaya, que no me pille lejos de casa".
Un abrazo.
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Justo este fin de semana pasé por una tormenta creada por mi mente, que dolió un poco aún, pero retomando tus palabras y al reconocer de que se trata, hago todo por volver a la disciplina. Y entonces todo es amor otra vez. Un abrazo desde México, me encanta leerte.
ResponderEliminarDios Miry, qué bonito.
ResponderEliminarGracias por compartir.
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