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Por lo general, cuesta agradecer a quien más te da. Quizás porque,
a fuerza de darte, ya parece que fuera lo "natural", tal como la vida funciona.
En esta cultura nuestra
cuesta agradecer sobre todo a la madre,
como si fuera lo "natural". "No tiene ningún mérito, todas las especies lo hacen", me dijo hace poco una amiga (cosa que habría que matizar).
Y como es lo "natural", lo aceptamos sin cuestionarlo, dándolo por hecho (por merecido);
de hecho, nunca tenemos bastante.
Por más que te dé, siempre hay alguna factura pendiente, alguna deuda contraída de esa madre que lo hizo, y lo sigue haciendo, tan mal.
Si hoy te salvaran la vida...
Si ahora mismo estuvieras a punto de ahogarte y alguien se lanzara al mar a salvarte la vida, cómo te sentirías?, nos planteó una vez Rabjor.
Si alguien te salvara la vida ahora mismo seguramente se lo agradecerías, quizás nunca lo olvidarías y te sentirías en deuda con esa persona el resto de tu vida.
Tu madre no sólo te ha dado la vida, ha permitido que estés en su vientre, parasitándola, durante nueve largos meses, nada cómodo por cierto; te permitió nacer (nada cómodo, por cierto), te crió, alimentó, educó
y te salvó la vida muchas veces cada día, durante muchos años.
Da igual todos los errores que tú creas que ha cometido, a ella le debes que estés aquí hoy, disfrutando de esta preciosa existencia humana que tal vez no valoras como podrías hacerlo.
Por mi cumpleaños, yo le hago un regalo a mi madre.
Cuando vivíamos en Miami, nos hicimos con una preciosa furgoneta con la que llevaba a mi hija a la escuela cada día, a ella y a algunas otras de la zona.
En cierta ocasión llegó al vecindario una familia procedente de Australia, pero originariamente de China, y empecé a llevar también a la niña, compañera de clase de mi hija.
Una vez escuché una conversación entra las dos.
X. le preguntaba a mi hija si su madre le hacía regalos por su cumpleaños.
M. le dijo que claro (M. solía tener muchos y grandes regalos),
¿tú no?, le preguntó a X.
No, dijo ella. Por mi cumpleaños yo le hago un regalo a mi madre. Ella me ha dado la vida, después de eso ya no tiene que dar más. Ahora soy yo quien debe agradecerle su regalo.
Aprender de la aldea global.
Culturas diferentes dan lugar a mundos diferentes.
No quiero decir que unas sean mejores que otras, pero en esta especie de aldea global donde dicen que empezamos a vivir, podríamos observar con mirada abierta y sin prejuicios al "otro" en la otra cultura; ver cómo funcionan los otros mundos y aprender, tal vez integrar lo que pueda mejorar el propio.
En nuestra cultura, tendemos a no agradecer a la madre, ni al padre
ni a la maestra o el maestro
todo lo que nos han dado.
Me atrevería a decir que todo lo contrario: tendemos a guardar buena memoria de todo lo que hicieron "mal", desde una perspectiva muy personal y en la distancia.
Yo, tengo que confesarlo, siempre he sido muy crítica
con mi madre, con mis profesor@s en la escuela, en el instituto, en la universidad.
Mi gran afición parecía ser cuestionarlo todo, rebatirlo.
Desde mi punto de vista, nunca sacaban buena nota, casi siempre se equivocaban.
Hasta que me introduje en las artes marciales y, no sé cómo, todo cambió.
Me acostumbré a saludar (una ligera postración con la cabeza, en señal de respeto), al entrar en el dojo (literalmente, dojo: lugar donde se aprende). Con respeto ante el lugar donde se aprende.
Me acostumbré a pararme, juntar los pies, las manos al cuerpo y hacer una ligera inclinación de cabeza ante el maestro o maestra, antes de comenzar la clase. Ante el compañero o compañera, antes de iniciar cada ejercicio de entrenamiento y al acabarlos, antes de empezar a combatir, y al acabar.
Dejé de cuestionar al instructor, y si había que repetir una técnica veinte o doscientas veces, simplemente lo hacía.
No sé cómo, entrar en las artes marciales fue aprender a confiar en el maestro o maestra
y agradecer.
Y agradecer siempre a l@s compañer@s junto a los que aprendía, al practicar y explorar.
Aún así, con el guía espiritual aún lo tenemos más difícil.
El guía espiritual (él o ella) es como la madre, de quien aprendes, te cambia la vida, o te la da,
y no sé cómo lo haces pero consigues saltártela en la cadena de agradecimientos.
Hizo lo que debía.
La madre hizo lo que tenía que hacer;
el guía espiritual simplemente te ha transmitido el camino, pero no lo ha inventado.
Como un mero puente, si no lo hubiera hecho ella, o él, lo habría hecho otra persona.
Al guía espiritual (con la iglesia hemos topado) cuesta agradecerle.
Y sin embargo, ha sido él, o ella, quien ha aparecido en tu mundo (de confusión, sufrimiento no identificado, egocentrismo e ignorancia) para mover las estructuras y hacerlas caer como un castillo de naipes.
Yo creo que deberíamos aprender a empezar a ver, apreciar y agradecer
de corazón
todo lo que han hecho y hacen, cada día,
todas las madres
y padres,
maestras y maestros
y, por qué no,
también
todos los guías espirituales
que han pasado por nuestra vida.
Querido Gueshe-la: Gracias por existir.
Quiero compartir con vosotr@s la dedicación que se hacía en la última Celebración del Dharma, el pasado mes de diciembre, en el KMC España, en Alhaurín el Grande, Málaga.
Querido
Gueshe-la:
Gracias por existir aunque sólo sea convencionalmente.
Gracias por aparecer en nuestro mundo y decirnos la verdad.Gracias por mostrarnos la salida de esta vida contaminada que duele como si existiera.Gracias por imaginar maestros perfectos, centros de Dharma y un Budismo Moderno.
Por favor, ayúdanos a desear por encima de todas las cosas liberar, para siempre, a todos los seres del sufrimiento. Ayúdanos especialmente a realizar la vacuidad antes de morir,
e inspíranos, por favor, para que al entender la vacuidad, nos emocionemos tanto como tú, y de esta manera nos unamos para siempre, y por completo, con todos los seres en la tierra pura del gozo y la vacuidad.
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Hola Marie,
ResponderEliminarTú no me conoces, soy K, una estudiante de PF de la Shanga de Madrid. Hace muchos meses una compañera me dijo que leyera tu blog y lo hice, y desde entonces leo cada palabra que escribes.
Y como hoy hablas sobre la gratitud,quería darte las gracias porque tus palabras para mi son muy cercanas, muy inspiradoras, muy necesarias(sin apego por supuesto!!!!!!), bueno no es cierto, si un día dejaras de escribir me daría mucha pena.
Sabes una cosa? Esta semana mi madre cumple 60 años y yo toda la vida la odié profundamente por todo lo que hizo mal y lo que no hizo, hace 3 años empecé unos grupos de 12 pasos para personas que tienen trastornos alimenticios, como es mi caso, y una de las cosas que tenía que hacer cada día era agradecer todo lo que tenía en la vida. Al principio no salía nada,pero poco a poco mi mente empezó a cambiar. Para continuar mi camino espiritual empecé con el budismo hace algo más de un año, y una de las mentes más bonitas que tengo es la de gratitud con todos y todo, cuando tengo esa mente me siento llena, Choga también dice que cuando su madre la llama para felicitarle por su cumpleaños, le dice que la felicita a ella por todo lo que ha aguantado
Y te cuento todo esto porque voy a hacerle una fiesta sorpresa a mi madre, en la que no he escatimado en nada, porque creo que se lo merece, y además le leeré todas las cosas que me ha dado por las que me siento agradecida que son infinitas: trabajar hasta la saciedad, comida y cena diaria cada día de nuestra vida, tomarme la lección, secarme el pelo a las 11 de la noche,ir a todos los festivales, ...y sobre todo ser un ejempo de generosidad, entrega y bondad!
Un abrazo y espero poder conocerte.
Gracias a ti, éste es un email precioso.
ResponderEliminar¿Te importaría si lo comparto en el blog?
Como sabes, este blog va de compartir experiencias, de aprender a integrar el dharma en la vida cotidiana. Y tu aportación es preciosa.
No sabes lo feliz que me hace imaginar esa fiesta sorpresa para tu madre.
Mi madre ya no está y no puedo borrar mi ingratitud (en cualquier caso, una nunca es lo suficientemente agradecida con su madre, ni podría serlo). Pero es un alivio y una gran alegría ver que hay quien lo hace.
Un abrazo muy fuerte y, sí, yo también espero conocerte algún dia.
Marié.
Yo soy madre y eso me ayudó a comprender mejor todo lo que la mía me dio. Ya no está conmigo, creo que me porté con ella lo mejor que supe aunque también le fallé en ocasiones sin que me lo tuviera nunca en cuenta. Por mucho que agradezcamos a nuestras madres, no será suficiente... Y teneis razón, la mente de gratitud es una de las que hace más feliz, y a mí me ha servido tambien para agradecer a todos aquellos que me han puesto obstáculos dolorosos, porque me han empujado a tomar el verdadero camino.
ResponderEliminarComo siempre, gracias también a tí, Marié.
Gracias por compartir y
ResponderEliminarun abrazo, Marisol.