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Una de las meditaciones de los
"ocho pasos", sobre la forma budista de amar, consiste en percibir a todos los seres como si fueran (han sido o serán) nuestra madre.
Empieza por
tu propia madre, la que tienes en esta vida.
Kunsang transmite con una contundencia y una lógica aplastantes las instrucciones del dharma, tras la iniciación de Amitayus, el buda de la larga vida (Manjusri, verano del 2010).
De repente se detiene y hace un inciso y nos mira de una manera diferente:
Pero tal vez tú eres de esas personas que han sufrido mucho en su infancia, y le han hecho mucho daño, y está lleno de heridas, y se ha pasado la vida arruinándose en psicoterapias que le ayuden a sanar sus traumas y aún no ha podido perdonar a su madre...
Me alegra que hayas pasado por aquí, porque en unos minutos de meditación sincera puedes cambiar tu visión y resolver todos tus problemas con tu madre.
Nada que perdonar.
Mucha gente sonríe. Yo diría que de las más de 2000 personas entre el público una gran mayoría ha dejado de tener los traumáticos problemas que tenía con su madre -la minoría restante probablemente nunca los tuvo.
No encontrarás una sóla persona budista en tu camino que siga quejándose de las heridas que le infligió su madre, o su padre. Apostaría todo lo que tengo a que no existe un sólo practicante budista (practicante sincero, de corazón) que siga guardando odio, resentimientos y ni el más mínimo dolor por los incisivos y traumáticos errores o maldades de la madre.
Entre otras cosas, porque, con la práctica, poco a poco se va disolviendo el discurso egocéntrico y victimista; con el amor que quiere la felicidad y la libertad de los demás, el egoísmo se reduce; con la práctica de "cambiarse" desarrollas la compasión, la comprensión y la sabiduría que te saca de tu intransigente punto de vista.
El amor lúcido te permite comprender y la comprensión te descubre que no tienes nada que perdonar.
Qué te ha quedado en lugar del resentimiento?
Sólo gratitud,
profundo amor
y respeto.
Gratitud y respeto.
Kunsang dice: como aperitivo, te voy a dar tres razones que deberían acabar con todas las heridas y con la lista de reproches que guardas para tu madre.
1. Porque te ha dado la vida.
Podía no haberlo hecho (a veces, las circunstancias son tremendamente difíciles para una mujer que decide o se ve obligada a ser madre) y, sin embargo, siguió adelante con ese embarazo que te permitió nacer y experimentar esta vida humana en la que puedes aprender todo lo que tienes que aprender para ser definitivamente feliz -y despertar del sueño de la ignorancia.
Para mí, ésta es una razón más que suficiente para amar, respetar y sentir sólo gratitud hacia tu madre -dice Kunsang.
Y puedo asegurarte que esa gratitud te hará muy feliz.
Pero si aún no estás convencido, aquí tienes algunas más.
Si, además, fue ella quien se ocupó de ti, te crió y educó (lo que ha ocurrido en la gran mayoría de los casos), piensa en cuántas veces te salvó de accidentes o incluso de la muerte, para que hayas llegado a la vida adulta. Le debes la vida (esta valiosa existencia humana) un millón de veces.
2. De acuerdo a la ley de causa y efecto, cada cual ha creado las causas para tener la madre que tiene, lo cual es una oportunidad para purificar y aprender. Quizás la persona que más odias es en realidad tu mejor maestra, quien te está ofreciendo la oportunidad de aprender lo que te niegas a aprender por otros medios.
3. Tu madre y tu padre hicieron lo mejor que pudieron, de acuerdo a sus limitaciones y a su propio karma, al igual que lo hiciste y lo estás haciendo tú. Tal como tú lo harás cuando seas madre, o padre, lo mejor que puedas, de acuerdo a tus limitaciones personales y a tu propio karma.
Reconciliarte con el pasado te ayuda a construir el futuro.
Sé como un actor, una actriz, que sale de su personaje.
Ponte por un momento en la piel de tu madre y cierra los ojos y deja pasar por tu corazón la experiencia de su vida y siente sus heridas,
en vez de las tuyas, sólo por un instante.
Y siente el amor que la llevó a sacarte adelante.
Lo poco o mucho que hiciera
-si no fuera por eso, tú hoy no estarías aquí.
Cambiarse por los demás es la gran práctica que te permite reconciliarte con tu pasado,
con tu presente
y con tu futuro.
Y te permite seguir adelante
de una forma adulta
y responsable.
En libertad.
Me ha parecido precioso. el post, que pena que cueste tanto llevar todo eso a la práctica. Un beso
ResponderEliminarSí, qué pena...
ResponderEliminarUn beso, Gely.
Interesantísma entrada. Gracias Marié
ResponderEliminarGracias a ti por pasarte, Arturo.
ResponderEliminarY por hacerme pensar que puede serle de utilidad a alguien.
Un abrazo muy fuerte.
Muy interesante y como dices t epuedes pasar año de terapia para resolver el tema de la madre. Si como dices la práctica del budismo te ayuda a resolverlo voy a practicar más a fondo.
ResponderEliminarGracias,
Mercedes Salvador
Qué sorpresa, Merche. Cuánto tiempo sin saber de ti.
ResponderEliminarY sobre practicar, pues eso, no tienes nada que perder -eso seguro.
Si éste es tu caso, no creo que lo tengas muy difícil, conociendo (aunque sea de refilón) a la madre que tienes.
Y, atención, porque si no sanamos el eslabón que nos toque de la cadena (o sea, la cadena), antes o después acabaremos topándonos con el eslabón que nos sigue. Más nos vale sanar donde nos toque -para alivio de la madre, la hija y las hijas de las hijas.
Y, por supuesto, para alivio propio.
Un fuerte abrazo.
Tienes toda la razón cuando no lo sanas se repite con tus hijos... Me encantan tus escritos. Estuve en Barcelona pero el centro estbaa cerrado en agosto. Qué lástima. Probaré de ir a NY.
ResponderEliminarLa próxima vez que pases por Barna, llámame o envíame un email y quedamos para tomar algo y ponernos al día.
ResponderEliminarPor otra parte, mi hija ha estado por NY con su padre hacia finales de julio.
Curioso...