jueves, 11 de diciembre de 2008

Vivir con ecuanimidad.




Difícil meditación sobre la ecuanimidad, y más difícil aún incorporarla a la vida cotidiana. Un sentimiento de afecto y amistad indiscriminado, hacia todos los seres, lejos de los permanentes altos y bajos emocionales del apego, la aversión y la indiferencia habituales.
Rabjor propone ver a todos los seres como “nuestras madres”:
Si el continuo mental ha existido siempre y hemos vivido innumerables vidas, esto quiere decir que hemos nacido innumerables veces de innumerables madres y que todos los seres del planeta han sido mi madre (tu madre) en alguna ocasión. Verlo de esta manera te ayuda a concentrarte en la inmensa generosidad de cada ser. Y cómo no sentir simpatía y afecto por un ser generoso, alguien que ama y da prioridad a aquellos de quienes cuida por encima de sí mismo.

Doy fe de que funciona. Aun sin recurrir a otras vidas, en esta vida, cualquier persona que te rodea (te caiga bien o no) ama o ha amado a alguien o algo; cuida o ha cuidado de alguien o de algo. Porque todos los seres estamos conectados y en dependencia.
Cuando he sentido que alguien me estaba haciendo la vida difícil (en el trabajo, en cualquier área de la vida), sólo caer en la cuenta de cuánto echa de menos pasar más tiempo con su hija pequeña, o saber que cuida de su abuela, de su madre o de su marido enfermo, tan sólo el hecho de recordar que esa persona ama a alguien, que cuida de alguien, diluye el dolor de mi rabia o el odio. Todo el mundo cuida de alguien o algo; todo el mundo ama a alguien o algo. Y, como dice Lochani, no hay duda de que el amor -tan sólo el hecho de contemplar el amor- abre el corazón.
La aversión, la rabia, el resentimiento, el odio, cierran el corazón y lo endurecen (y el cuerpo y la mente se resienten y enferman, como si no llegaran los nutrientes con la fluidez y abundancia que deberían). El amor y la generosidad abren el corazón y todo fluye mejor y más ligero.

La ecuanimidad te sirve para que tu vida emocional no se vea desestabilizada todo el tiempo por arrebatos de apego (esto me gusta, esta persona es genial, cómo la echo de menos, tengo que caerle bien), aversión (éste es un plasta; no soporto tenerle a mi lado, todo el tiempo quejándose) o indiferencia (qué aburrimiento, no hay nadie interesante, vámonos de aquí). La ecuanimidad te propone el sentimiento de afecto y amistad indiscriminado, hacia todos los seres.
Olvídate de las anécdotas sin importancia y de tus negativas apreciaciones personales -subjetivas, producto casi siempre de situaciones coyunturales- y concéntrate en la experiencia de amor de esa persona (da igual el objeto). Te ayudará a sentir simpatía hacia ella.

Tu aversión o disgusto es la prueba de que algo no funciona en esa relación (abandona la costumbre de echarle la culpa a la otra persona o a la situación) y, como dice Xavier Guix, cuando tú cambias, la relación cambia.
Ya lo dice Rabjor: no podemos esperar a que el mundo cambie para empezar a cambiar; por el contrario, si empiezas a cambiar tú para mejor, el mundo ya estará cambiando para mejor.

Medita en la ecuanimidad. Puede ser el principio de un gran cambio en tu vida.

4 comentarios:

  1. Es difícil ser ecuánime y no dejarse llevar por simpatías y rechazos. Durante mucho tiempo he pensado que la ecuanimidad significa llevar una vida emocional plana, sin deseos ni pasiones, tan importantes en mi vida. Y quizás no es exactamente eso. Tengo que meditar en ello...

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  2. Al fin y al cabo, todos somos seres humanos con los mismos deseos (de felicidad) y miedos (a no conseguirla) Sólo nuestras limitaciones (perturbaciones mentales) nos hacen actuar de diferentes maneras. Pero es cierto que centrarse en observar el amor que sienten las personas (por quien sea) en vez de en sus faltas, nos ayuda a relacionarnos mejor, con otra mirada más amable.
    Supongo que es cuestión de práctica y familiaridad.

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  3. Suerte, Anna.
    Ánimo.
    Como dices, y como con todo lo demás, es mera cuestión de práctica y familiaridad.

    abrazo.

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