lunes, 20 de enero de 2025

Las ofrendas.

 


La copa de cerveza, suave, al sol suave. Disfrute de presencia.
La ropa del baño en el mar, tendida en las cuerdas y bailando al viento.
Las tórtolas en pareja sobrevolando el terrado, el planear de una gaviota.
A veces la vida te da algo más que un respiro de dolor,
te ofrece una celebración, de la vida.
La evocación de un viaje, el viento fresco que te empuja al interior cálido y confortable de un restaurante, la sutil inspiración del néctar surgido de la tierra.
La cebada, la vid, los olivos.
Suele llevarse a casa un trozo del paisaje en forma de vino, aceite, olivas, miel
o lo que su vientre ofrezca.
A veces la vida se deshace en ofrendas.
Una voz le recuerda la renuncia.
No hay contradicción.
"Lo miro, lo quiero, lo dejo ir", decía Thay Doji.

El deseo no es malo en sí, si no te haces su esclava.
El deseo, las preferencias, son oportunidades para encender la mecha del amor,
y si puede ser que estalle. Oportunidades para la explosión.
Las aversiones son oportunidades para cambiar la mirada,
para el abrazo, la reconciliación, el despertar.
Todo lo que aparece tiene su función.
El sol en la piel, el aire, el calor que carga la batería de tu fuerza interior, la fuerza vital.

Aquí estoy, mañana quién sabe.



domingo, 12 de enero de 2025

El no-dolor de muelas.

 


Pasa un aire frío, a ráfagas. Pero no es un tornado.
Es sólo un abanico de aire fresco que estimula la circulación de la vida en la piel.
No es un viento amenazador, y el cielo no está cubierto.
La alegría del no-dolor de muelas.

Los pájaros también celebran, como ella, y se postran con gratitud
y hacen ofrendas en forma de cantos y coreografías de vuelos en el aire.
Ella también se postra, mentalmente.

Es tiempo de un cuerpo que funciona, todavía.
De una mente en contemplación.
De una vida que se postra ante la Vida.
Esta peregrinación tan larga, tan larga aquí, en este mundo,
y tan larga quién sabe dónde, en qué mundos.
Este sueño tan largo.

El aire y el sol en la piel, en el cabello revuelto, 
en las hojas del cuaderno, que quieren volar también,
en las plantas danzarinas en los terrados, en los árboles del Montjuic.

El aire que la sacude (despierta) pero no es un tornado.
El sol que la acaricia un instante, cuando las ráfagas de aire se aquietan.
Ahora moriría en paz, piensa, siente.
Este viaje de vida y muerte. De vidas y muertes.
Que la ocupe como una invasión la entrega, en todas las vidas
y en todas las muertes.
La entrega, la rendición.
El amor más profundo. 
La disolución más completa.
Y definitiva.
Si puede ser.  /\




miércoles, 8 de enero de 2025

El espejo.



El amor, cuando abre los ojos antes de que aclare el día
y ya empieza a desplegarse la orquesta de las voces de las aves.
El amor cuando contempla la primera luz dorada sobre la montaña del Tibidabo
y los terrados de algunos edificios de la ciudad.
La proyección de la salida del sol al otro lado, del vientre del mar.
Cuando la luz dorada se hace plateada, y luego incolora sobre todo el escenario, sin discriminación. El amor.
Las aves también lanzan su canto de alabanza.
El amor cuando se despierta en la noche, la luna creciente en el marco del balcón.
El insomnio es un regalo de la noche, para que te encuentres con ella,
para que no la olvides.
Y el sueño es un regalo también, un ensayo de irse.
Un regalo de la muerte, esa degustación,
y de la vida, tan reparador de este cuerpo y esta mente usadas.
El desayuno es un regalo, una ofrenda,
a ti misma y al cosmos, sin separación.
Un acto de amor circular, de disolución, 
tú en mí y yo en ti, si hubiera dos.
Pedalear en la bicicleta, esa ilusión de movimiento
cuando el escenario desfila en el instante, aquí y ahora.
El baño frío en el mar, el abrazo de agua, catártico.
Ofrecer a la vecina lo que necesita para las multitudinarias visitas familiares
(ésta es mi segunda casa, dice. Me alegra oírlo). 
También ahí el amor.
En cada respiración (cuando se acuerda de contemplarla), el amor.

Y también cuando no hay amor, cuando aparece el conflicto.
Situaciones y personas que la alteran.
Recuerda la metáfora del espejo:
Cuando te miras en el espejo y ves la imagen despeinada
no te apresuras a peinar el espejo.

También ahí, que triunfe el amor.




jueves, 2 de enero de 2025

Que el cambio sea interior.



Imagina que no cambian las condiciones externas.
Te mueves por el mismo escenario.
Llegas a casa, a la de siempre, y mientras esperas el ascensor te cruzas con una nueva vecina, que ni siquiera sabes en qué piso vive, y se ilumina algo dentro cuando la ves,
y le deseas feliz año nuevo,
y cuando lo haces el amor te desborda.
Metes la llave en la cerradura y al abrir la puerta saludas a las habitantes invisibles de tu templo, a tus compañeras de piso de otro tiempo.
Entiendes que siguen aquí y siempre lo han estado.
Hola, Vajrayogini, Prajnaparamita, Tara.
La sensibilidad de Avalokiteshvara solía hacerte evocar un "buenismo" que a veces te tiraba p'atrás, así eres tú.
Pero la firmeza, a veces un poco dura (y a veces mucho) de las budas airadas de la sabiduría
siempre te ha atraído.
Incluso Tara, la madre de mirada clara, y rápida como un rayo.
Ninguna criatura caprichosa la va a engañar, manipular o chantajear emocionalmente;
su amor puro e incombustible en cualquier situación, libre de ego.

Imagínate que el escenario es el mismo pero algo en ti ha cambiado.
Esta vez no pasa desapercibido. Lo reconoces porque ya has estado ahí.
El amor que te fortalece y te libera,
cuando ya no hay un ego herido al que proteger.

Lo evocas, lo tocas, ese algo nuevo,
cuando eres libre y fuerte.
Cuando tú eres ésa todo lo demás cambia naturalmente,
el mismo escenario adquiere otras luces y colores y aromas.

Si esta vez te tratas con menos dureza todo irá bien,
porque tratarás con menos dureza a cualquier manifestación, a cualquier espejo.

La amiga le dijo en la cena de fin de año:
"¿Sabes qué? Me gusta verte un poco tocada, herida y vulnerable.
Te sienta bien. Pareces menos dura".

Tomó nota.
Hizo un voto consigo misma.
Esta vez será diferente.
Igual
y también diferente.
¿No cuestionabas una nueva oportunidad, en tu carta de año nuevo al universo?
Aquí la tienes.




martes, 31 de diciembre de 2024

Carta de reyes magos.

 


El canto de las golondrinas, aún en diciembre.
La tórtola, sobre una de las chimeneas.
La quietud en los árboles del Montjuic.
El teleférico sobrevolando la montaña, con vistas a la ciudad y el mar.
La sirena de una ambulancia de paso.
Se entrecruzan las condiciones para la vida y para la muerte,
para el disfrute y para el dolor.
Y de nada sirven las preferencias personales, tan poco relevantes.
Cómo soltar todas las preferencias y aversiones, toda ilusión de control,
todos los miedos y preocupaciones.
Como esta gaviota que la sobrevuela, planeando en el aire con sus alas quietas.

Hubo un tiempo en que tenía visiones y objetivos,
los sentía en construcción aun sin verla (esa construcción),
hasta que se manifestaban.
Algo había que hacer, sí, siempre hay algo que parece que haces,
pero no estaba movido por decisiones personales, aun cuando parecía que elegías.
Formaba parte de las condiciones en construcción.
Pero hace tiempo que no aparece ninguna visión de futuro.
Desde que siente que todo está aquí.
No es necesaria otra situación diferente para comprender.
Todo
está
aquí.
Ya mismo.

Y entonces se pregunta si ya se fue, si ya se acabó.
No, porque aún queda el dolor, a veces, el miedo, como semillas.
Entonces, si aún está aquí, qué tal si la Vida la lleva a vivir otras vidas?
Transformado el escenario.
Y a ver qué pasa.
Si aún está aquí, qué yo aparecería en otros mundos, en otros escenarios?
(A ser posible, que no sea en los infiernos, ya no la asalta esa duda para responder).

Aún percibe el yo separado y el miedo, en esta carta de reyes magos al universo.
De una de esas voces.
Pero ahí es donde está también.
Y puede verlo.




sábado, 21 de diciembre de 2024

El miedo a la muerte.

 


El maestro comenzó la presentación del retiro a bocajarro.
Habló del miedo, que contrae, agita y a veces paraliza nuestra vida.
A qué le tenemos miedo?
A la muerte.
A la muerte de quién, de qué?
Del "yo", de "mi vida".
Todos los demás miedos surgen de éste, como ramas de un mismo tronco.
Miedo al futuro, a la inseguridad, a la pérdida 
(del trabajo, la pareja, la reputación, el coche... ponle nombre).
A la disminución del yo, decía el maestro. A que se haga más pequeño.
Por eso dedicamos tanta energía a proteger este yo,
con todos sus agregados (propiedades de cualquier tipo, todo lo que empieza por "mi..."),
y también a engrandecerlo (mayor riqueza económica, fama, crecimiento personal).
Pero cuando buscamos este "yo" no lo encontramos.
Yo tengo una idea de mí (mi cuerpo, mis tendencias personales, mis creencias, mis emociones).
Pero mi pareja no ve a la misma, tiene otra idea de mí.
Y lo mismo mi hijo, mi hija, mi madre, mi amiga.
Cada persona tiene una idea diferente de "mí".
Quién soy yo?
Hay quien diría: Tú te conoces mejor que nadie.
Error. 
La idea de una misma es la más subjetiva de todas las ideas, también subjetivas.
Yo me invento, me justifico y a veces me juzgo y me castigo
como no haría con otra persona, con una mirada algo más objetiva.
En resumen, decía el maestro: 
Nos pasamos la vida gastando una enorme energía en la protección y crecimiento
de una mera idea.
Protegiendo la vida y temiendo la muerte de un yo que no existe.
El miedo a la muerte (de quién?)
ya se basa en fundamentos erróneos.

Pero por otro lado, el miedo a la muerte encierra una cara oculta,
que es el deseo de vivir, la llamada de la vida.
Y ésta se manifiesta en la fuerza interior. Propia.
No la fuerza interior del yo-idea, esa construcción mental
que se perpetúa con la repetición de pautas
(como el sufrimiento se perpetúa con la repetición de pautas,
de pensamientos, emociones, etc.).

Igual que en la búsqueda del yo la pregunta clave es "Quién soy yo?",
en la identificación de la fuerza interior la pregunta es:
"Qué es lo que realmente quiero, 
lo que considero realmente importante en esta vida que transito?"
No qué es lo que espera de mí la sociedad, mi familia, mi pareja o mi hijo.
No qué es importante para una cultura del consumo, los paradigmas de salud establecidos,
valores, reconocimiento, etc.
Qué es lo que realmente quiero vivir en esta vida? En qué creo?
Y es entonces cuando el potencial interior, el instinto de vida,
cobra una fuerza insospechada para vivir lo que eres.

El miedo a la muerte y el deseo de vivir son como dos caras de la misma moneda
y no se contradicen ni entran en conflicto.
Lo importante es ser conscientes de dos cosas:

1. El miedo a la muerte de quién, qué yo protegemos.
Porque podría ser que protegiendo un yo que no existe
estuviéramos sepultando el yo que somos.

Y 2. Que este impulso de vida permita aparecer el yo que realmente importa.




domingo, 15 de diciembre de 2024

La experiencia de la atención plena en los infiernos.

 


Cuando vuelve al presente, aquí y ahora, generalmente escucha el canto de las gaviotas
que no oía porque estaba mentalmente en otro sitio.
Eso es cuando está en casa, en el terrado, o en algunas otras situaciones de su acontecer cotidiano.

Alguien en los comentarios habla sobre la atención plena, aquí y ahora,
qué difícil cuando el momento es duro.
Es cierto.
Por eso se dice en el budismo que la mejor oportunidad para despertar
es la experiencia humana (una combinación de dolor y disfrutes, en el reino del deseo).
Cuando estás en los infiernos el dolor excesivo puede atraparte
y te impide ver, y comprender, y despertar.
Sin embargo, es precisamente en uno de esos momentos de dolor profundo que mencionas,
de duelo, de pérdida, cuando se puede tocar la no dualidad.
En medio de un instante de intensa tristeza
(el vértigo del mundo resquebrajado bajo los pies),
podrías vislumbrar que la tristeza y el dolor están hechos de la misma materia que la alegría y el disfrute,
la misma energía (el nirmanakaya) manifestada de formas aparentemente diferentes.
El dolor de la pérdida del ser más importante en tu vida, el abandono,
el tsunami que te desprovee de todo lo que posees, el mundo conocido,
ese dolor profundo y la confusión
no es diferente (en su material básico)
de la fascinación ante un mundo nuevo.
Sólo hay que entregarse a lo que es.
Porque la resistencia produce mucho dolor.