miércoles, 11 de junio de 2025

La impermanencia, la vulnerabilidad.

 


La vulnerabilidad.
Si ya nos estamos yendo.
Esta nube en el cielo no es la misma que la de hace unos instantes.
No permanece siendo la misma ni un sólo segundo.
La impermanencia es parte de su naturaleza, de su esencia.
Es lo que es
la nube, mera impermanencia.
Pero también es más cosas.
Y ahí está, cambiando, siendo otra en cada fotograma,
hasta su disolución en el espacio vacío y claro.
Así este cuerpo y esta mente, una nube en proceso de disolución.

Toma el antiinflamatorio como toma la papaya o el zumo de limón en el agua tibia,
como si fuera el néctar sagrado, que lo es.
Aquella gota que atraía del pequeño bote con la yema del dedo corazón y disolvía en su paladar,
en los rituales del alto yoga tantra,
y luego en su santuario personal.
Entonces compartía la ceremonia con su hija pequeña, ligeramente modificado,
el néctar sagrado convertido en un nutriente de "salud, sabiduría y amor".
Ahora convierte la cápsula, como los trozos de piña en su plato,
en el néctar sagrado: salud, sabiduría y amor.
Inshal.lá.
Que se haga tu voluntad.
Qué otra cosa podría ocurrir?
Ninguna que tenga que ver con tu voluntad personal.
Así que regresa a su viejo mantra, otro: "Quítate de en medio".
Pequeño yo, no tienes nada mejor que hacer que la entrega. La rendición.

Cuando era pequeña vio una viñeta que la conmocionó profundamente.
Minimalista, apenas unos trazos de lápiz.
En un inmenso océano vacío, la página en blanco,
las protagonistas son dos olas, una pequeña y otra gigante.
En el bocadillo, la ola grande le dice a la pequeña: 
"No te da vergüenza ser tan poca cosa,
mientras yo soy grande, fuerte y poderosa".
En el trazo, tanto la ola pequeña como la grande ya están iniciando su retorno al mar.

Luego leyó el soliloquio de Segismundo en La vida es sueño, de Calderón.
Y más tarde, cuando empezó a escuchar las enseñanzas budistas, le pareció entender mejor.

Mientras tanto, la vulnerabilidad, la impermanencia,
porque las condiciones no dejan de cambiar,
y el conjunto de condiciones de un momento dado
propicia la manifestación en ese momento,
y conforme las condiciones cambian la manifestación cambia.
Y sobre las condiciones, algunas parece que están en tus manos,
otras, explícitamente no.

Mientras tanto, la ola (grande o pequeña)
continúa imparable su trayecto de retorno
al océano.



domingo, 8 de junio de 2025

No estás triste, estás distraída.

 


Como las fotos en el móvil, que retornan aleatoriamente, sin buscarlas
(de salidas y puestas de sol, mares y montañas, la gaviota junto a la bandeja del desayuno),
parece que aleatoriamente regresan los textos recogidos en los viejos diarios de papel.

Éste es uno de ellos, en el que se recordaba a sí misma:
"No estás triste, estás distraída".

Y venía a decir algo así:

Esta tristeza que se manifiesta como falta de energía.
O esta falta de energía que se manifiesta como tristeza.
Frustración. Insatisfacción.
Al final es lo mismo.
Tienes una buena salud, relativa pero funcional,
que te permite caminar durante horas por la montaña,
darte un baño en el mar en cualquier época del año;
ojos para ver amaneceres y atardeceres,
y el paisaje celeste como una metáfora de la vida,
impermanente, siempre en transición.
Oídos para escuchar el canto de los pájaros,
la presencia de los pájaros, parte del vecindario del barrio,
en las calles, en el terrado, en el balcón.
Aún puedes comer y degustar el campo en tu plato, el cosmos,
desaparecer en la ofrenda que se te regala.
Tienes un techo que te protege del sol hiriente del verano
y el frío del invierno.
Tienes comida en la despensa, y en la nevera.
Una vida de múltiples relatos, que se ha ido haciendo en la trayectoria
y nuevas vidas como afluentes, primero,
como ríos en sí mismos,
que siguen construyendo vidas, con su propio guion, su propio karma.
Tienes una red de afectos que nutren tus días.
Qué es lo que falta?

Y aparece una vez más la misma respuesta de siempre.
O dos, que son la misma.

1. Inactiva la "cocina mágica" en el centro del pecho, o del hara,
que no realiza su función de cocinar amor ininterrumpidamente, día y noche.
Has dejado de cocinar amor.

Y 2. Aquel toque de atención: "No cambias".
La identificación excesiva con este pobre personaje separado, tan frágil,
tan necesitado de tanto.

La "cocina mágica" que produce amor destruye con su fuego
las pequeñas preocupaciones del yo separado,
porque el amor se proyecta en todas direcciones y te hace grande, extensiva, envolvente.

Es lo mismo.

El amor que te hace ver la vacuidad del pequeño yo. Esa libertad.

Te has estancado en el paso previo y la "cocina mágica" no acaba de arrancar.
Y aquí estás, muriéndote de hambre ante una mesa repleta de abundancia,
como un espíritu ávido más.

Hasta que el fuego vuelva a prenderse y el fantasma se disuelva
y la venda caiga de los ojos
y vuelvas a ver con la mirada que ve,
la mirada de sabiduría.

No es que estés triste, es que has olvidado, por un momento.
Sólo estás distraída.

El Jose: Me falta algo.