martes, 31 de mayo de 2022

Sobre el amor humano y el amor divino.

 


Le llegó ese poema de Alfonsina Storni.

"Quiero un amor feroz de garra y diente
que me asalte a traición en pleno día
y que sofoque esta soberbia mía,
este orgullo de ser todo pudiente".

Evocó los boleros de amor desesperado
que tanto le gustaban en su primera juventud.
Por un momento sintió un atisbo de desinterés
pero siguió leyendo.

"Quiero un amor feroz de garra y diente
que en carne viva inicie mi sangría..."

De repente apareció Vajrayoguini, 
con sus colmillos desgarradores y su espada de la sabiduría
despedazando este cuerpo-trampa
en sus meditaciones.

Empezó a leer de nuevo.



"Quiero un amor feroz de garra y diente
que me asalte a traición en pleno día
y que sofoque esta soberbia mía,
este orgullo de ser todo pudiente.
Quiero un amor feroz de garra y diente
que en carne viva inicie mi sangría,
a ver si acaba esta melancolía
que me corrompe el alma lentamente.
Quiero un amor que sea una tormenta,
que todo rompe y lo renueva todo
porque vigor profundo lo alimenta.
Que pueda reanimarse allí mi lodo,
mi pobre lodo de animal cansado
por viejas sendas de rodar hastiado".

Compartió el poema con su grupo de estudio.
De qué habla Alfonsina Storni?
¿Es un amor mundano o un amor divino?
¿O es lo mismo, 
cuando es lo mismo?
Qué diferencias hay entre este poema y uno de Rumi
o Teresa de Ávila.




Recordó aquel viejo dicho budista:
"Al principio veía una montaña.
Más tarde dejé de ver una montaña.
Finalmente, volví a ver una montaña
pero ya no era la misma montaña".




martes, 24 de mayo de 2022

Samsara.

 


Silencio.
El canto de un pájaro,
la respuesta de otro.
El aire en las plantas, haciéndolas danzar.
Silencio gris.
El sonido del trabajo en algún taller del barrio.
El motor que no cesa.
El motor de este mundo no se para.
La mente lo mantiene en movimiento, creando más mundo.
La conciencia a veces se disfraza de fascinación y asombro,
a veces de cansancio.
Más mundo es demasiado mundo
cuando lo que anhela es el descanso,
dormir, soltarlo todo
y disolverse.
Y entonces se da cuenta de que incluso en el sueño
sigue produciendo mundo.
Más mundo, más imágenes, más historias.
La alternativa es no retenerlas,
olvidarlas cuando ya han pasado.
Como si nunca hubieran existido
esos sueños de la noche.
Pero ahí estaban.
Como los sueños del día.
El motor, ahora en funcionamiento, al llegar el día,
no ha dejado de funcionar tampoco durante la noche.
No hay escapatoria
ni siquiera en la vida onírica.

Quizás en la meditación.
Sólo en la meditación.
Quizás sólo en la contemplación del silencio.
Sin embargo, tan habitado,
el silencio también.

Quizás, hoy por hoy, 
no hay escapatoria.




martes, 17 de mayo de 2022

El instante eterno.

 


Tarde de primavera, el sol aún está alto.
El silencio es un universo lleno, tan habitado.
La soledad, un decorado poblado de presencias.
La quietud, una quimera;
a veces como un planear de gaviotas,
a veces el aletear agitado de las golondrinas.
Tarde de primavera;
soledad, silencio y quietud, tan llenas.
La vida como un flujo constante de energía.
Y al mismo tiempo, una foto congelada, un instante eterno.
Sin prisa, todo el tiempo del mundo en este preciso instante.

El tiempo no es lineal horizontal
sino vertical.
De intensa presencia, hacia arriba y hacia abajo.
Hacia abajo de raíces profundas,
hacia arriba de vuelo.



Hoy toca vivir una tarde de primavera eterna.
El concierto de los pájaros, la temperatura cálida,
la luz intensa del sol, de paso, ya de retirada,
el despliegue de luces y colores del crepúsculo.

El sueño, la memoria
proyectando en la pantalla un rosario de meses de mayo
(por jugar a algo)
pletórico de relatos,
no siempre vividos con presencia
consciente.

Como pasar por las cosas sin tocarlas.




lunes, 2 de mayo de 2022

Primavera.

 


Primavera.
Se pregunta si será capaz de hacer infinito cada segundo.
Hallar la eternidad en cada instante, en cada milagro.
Con la amabilidad de la primavera resulta más fácil.
Más adelante, convertido en un hábito, en una actitud natural,
dará igual las condiciones.
Ya eres
la eternidad misma.
De manera natural.




Primavera, cuando es tan fácil hacer el instante eterno.
Llegado el invierno, ya se ha convertido en un hábito,
en un estado natural
(una vez que has hecho acopio de "instantes eternos"
cuando las condiciones lo ponían más fácil).
¿No era esto a lo que se refería el cuento de la hormiga y la cigarra?
Llegado el invierno,
cuando nuestra despensa está llena de instantes eternos,
ya somos lo que somos.
La eternidad misma.