El gesto de meter la llave en la cerradura tiene un sentido más allá de lo aparente.
Abrió la puerta del terrado con cuidado, en una mano en equilibrio la bandeja del desayuno,
y la deslumbró el escenario serenamente luminoso.
Las baldosas del suelo relucientes después de la lluvia.
El aire de un gris resplandeciente.
Los árboles de las montañas de Collserola (al frente) y el Montjuic (al lado)
explícitos en los detalles de una gama de verdes.
La temperatura y el aire apacibles, sin viento,
luminoso el paisaje sin sol deslumbrante.
En el retiro interior que mantiene (21 días para la compasión y la sabiduría)
hoy toca otro día de gratitud.
El retiro se abrió, días atrás, con la meditación en "un mundo de bendiciones".
A ella no le costó mucho esfuerzo esta contemplación
dada su experiencia, tan sólida, de los regalos de la vida,
las manifestaciones imparables del rostro de Dios
(aparentemente amables o molestas, según convenga).
Pero entonces surgió una de esas "dificultades" de la práctica: "No me lo merezco".
Aquí estás, receptora de tantos regalos de la vida, "Dios provee",
en un mundo de bendiciones.
Pero qué das tú a cambio?
No es una voz con la que se identifique plenamente
pero de alguna manera responde también a una parte de ella,
cuando el egocentrismo se impone y sus propios intereses personales (de este "yo fantasma")
cobran relevancia.
Así que sólo me queda vivir con ello, pensó,
reconocerlo cuando aparece, ese "yo primero".
Hoy es el día de la gratitud, algo muy parecido al primero, inevitable consecuencia
de la contemplación de un mundo de bendiciones.
La gratitud/amor que disuelve límites y fronteras y separaciones.
Primero experimentas el impulso irrefrenable de corresponder
y luego comprendes que no hay diques que separen las aguas, de dar y recibir,
porque no hay nadie que dé
ni tampoco nadie que reciba.
Cuando se trata de un solo y único
fluir.
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