viernes, 25 de octubre de 2019

El campo de batalla.







A veces la vida te da un respiro y se manifiesta la perfección,
la plenitud.
El sol cálido, quietud en el cuerpo, la mente contemplativa, receptiva.
El canto de la tórtola ha vuelto y el de las golondrinas aún no se ha ido.

Aún siente en las piernas el masaje de las olas del mar, ayer,
agua y tierra bajo los pies, en los muslos, en el vientre,
activando la circulación de retorno.

Luego, el grupo de estudio apareció otra vez como un campo de batalla,
removiendo profundidades.
Como el mar con su fuerza,
sacudiéndola.

Surgió el tema del hoponopono, cómo creamos la realidad que se manifiesta
y cómo el campo de batalla externo refleja el campo de batalla interno.
Tan obvio para todo el mundo en el grupo.

Pero el debate se acalora.
Alguien comparte sus meditaciones tántricas de proyección de amor y paz
y la visualización de un mundo que se transforma en amor y paz.
Otro alguien cuestiona la validez de la experiencia meramente contemplativa
y evoca a los maestros y maestras que dirigen a otro estado de conciencia a los seres de este mundo,
que nunca va a cambiar.
Otro alguien considera que esas maestras y maestros sólo son una proyección del propio maestro interior,
todo es una manifestación del Yo-grande.
Reconozco lo que dices y cómo lo dices, y cómo lo vives, te reconozco
porque estás dentro de mí.
Y también el amor que tú proyectas,
porque está dentro de mí.

¿No era eso lo que parecía tan obvio hace unos instantes,
como una bella teoría de la Verdad?






Más tarde, en torno a la mesa, en el compartir más informal,
alguien explica cómo las grandes resoluciones y condenas internacionales de las actuaciones genocidas y criminales de algunos gobiernos,
en realidad no tienen ninguna consecuencia práctica.
Este mundo no va a cambiar.

Hablamos de política exterior y no nos damos cuenta de que estamos describiendo la realidad interior.

Afirmamos teorías liberadoras, como un alarde de comprensión, de realización
(como las grandes declaraciones internacionales de paz y condena de los actos genocidas y contra los derechos humanos),
pero no siempre con efectos prácticos,
y seguimos arrasando en nuestro interior,
creando destrucción,
haciéndonos daño en todas direcciones.

Es muy peligrosa tu equidistancia, dice alguien.
¿Equidistancia?
Tomo partido fuera
y dentro.
Actúo como Arjuna,
en el campo de batalla externo
y también en el interno.

Tomo partido y actúo.

Pero no olvido ni por un instante que
todo
lo que parece que aparece fuera
está en mí.

Que todo está en mí.






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