miércoles, 12 de enero de 2011
4. La vida es un libro de dharma.
Una vez conocí a una persona que era como una emanación de mi yídam.
Apareció en un momento en el que yo había tomado la determinación de aprender la manera budista de amar
(Ocho pasos hacia la felicidad, de Gueshe Kelsang Gyatso).
Todas sus confidencias, y las mías, tenían un significado.
Profundo, mucho más del meramente aparente.
En sus heridas comprendía las heridas de algunas de las personas más cercanas en mi vida,
y entendí el significado de la compasión.
Dejé de comportarme con otras como no deseaba que otras
se comportaran con él.
Descubrí que no era tan difícil transformar el apego en una fuente de inspiración
para tratar a los demás
como desearía que le trataran a él.
Y la ecuanimidad dejó de ser una utopía, tan lejana.
Sin saberlo, me ofrecía las condiciones para que yo practicara la instrucción del momento en cada clase -la compasión, la ecuanimidad, la distorsión del apego, aceptar la derrota y ofrecer la victoria, tomar y dar...
Todo en aquella relación estaba lleno de significado
y aparecía en el momento oportuno
y en el lugar oportuno
para que yo no dejara de dar estirones de crecimiento.
Como si mi yídam se hubiera decidido a ocupar un cuerpo
cualquiera
para ir mostrándome el camino.
La universidad
de la vida.
Entonces pensé: si sólo una persona puede transmitirme esta fuerza, esta inspiración
para que yo cambie de esta manera,
qué pasaría si todas las personas,
todos los seres,
todas las situaciones, condiciones, lugares, circunstancias
no fueran más que apariencias
emanadas
por mi yídam,
para que yo aprenda
y practique,
para mostrarme el camino.
Y así fue como entendí que
así era.
Que Milarepa tenía razón
y la vida,
toda,
es un libro de dharma.
Que bueno que estas escribiendo cada día.
ResponderEliminarMuchas gracias,
He traído material (experiencias) del retiro que quería compartir.
ResponderEliminarPero no sé si os resulta un poco... demasiado "místico" o qué sé yo.
Veo que entra mucha gente pero no sé si está aportando algo de lo que me aportó a mí.
Un beso y gracias por comentar.
Qué suerte, Marié, haber conocido a alguien así, que te transmita y puedas conectar, que te cale tan hondo y te inspire para llegar a esa certeza... Qué gozada!!!
ResponderEliminarY qué grande poder tener el dharma en cada momento de la vida... Son geniales y muy "sabrosos" esos momentos cuando uno se da cuenta y puede ver... pero claro, en cuanto te relajas, zas! ya te pilla el ego, ya te engatusa... joooo... Bueno, pues ala, a seguir intentándolo!!! Lo bueno es que precisamente son esos momentos los que te dan "vidilla" y te motivan para levantarte y continuar...
Un besote y MIL GRACIAS por compartir algo tan hermoso!
Tu yídam te enseña algo hasta cuando se va -supongo.
ResponderEliminarNo hay que confundir a las personas o situaciones con la emanación.
Lo que es una pena es no saber verla cuando aparece
y dejar pasar la oportunidad.
Aunque yo creo que siempre está apareciendo, lo que pasa es que una no se da cuenta porque sigue ahí, cerrada a cal y canto en sus propias miserias egocéntricas.
Ciega.
Quejándose de la falta de sentido de la vida,
cuando el sentido se está manifestando por todas partes.
Sólo el amor te despierta.
Cada vez estoy más copnvencida de que sólo el amor tiene el poder de hacerlo.
Ya lo dice Gueshe-la: la iluminación es muy fácil, sólo hay que cambiar el objeto de estima.
Dios, tan sencillo como eso y tan inaccesible -desde la mente egocéntrica.