sábado, 27 de abril de 2013

Cuando no te gusta ni comprendes tu función en la función.









Querida amiga,

la vida es un misterio, como bien dices cuando hablas de "los hilos invisibles que mueven el carrusel".
Yo soy un misterio para mí mismo,
los hilos invisibles que mueven mis reacciones en ciertas ocasiones.
Y eso que puedo vanagloriarme de no esconderme y de estar bastante en contacto conmigo mismo. Pero a veces siento una fuerza que me induce a hacer algo que no deseo hacer y creo que sería demasiado fácil catalogarlo como una mera "perturbación mental" a la que oponerme, y ya, dejarlo así.
Como me ha pasado hace unos días. Te cuento:




En la casa que comparto, un compañero de piso empezó a invitar con demasiada frecuencia a una amiga, que ha pasado a venir cada noche en las últimas semanas, prolongándose durante el día hasta pasada la hora de comer. Su habitación individual se ha convertido en una habitación de uso doble, sumándose una persona más a la convivencia en la casa sin que ésta participe en los trabajos compartidos, gastos y demás.
De hecho, la pareja ha decidido buscar un piso
para irse a vivir juntos y a solas.

Habitualmente, esta situación no me afectaría, dado que siento un gran aprecio por mi compañero de piso, tanto como por su pareja, que me cae muy bien. Y sin embargo, en los últimos días he empezado a sentirme muy incómodo y molesto por la presencia de la visita que ha acabado instalándose en casa de una forma sutil y transgrediendo los compromisos de convivencia acordados.
Mi primera reacción ante esta "incomodidad" mía fue catalogarla como una PM, la inercia de mis tendencias egoístas, así que debía contraatacar con el oponente del amor, que ya siento hacia ellos. Porque en ningún momento he dejado de sentir mucho afecto y un gran deseo de ayudarles en lo posible. Y sin embargo, cada vez era más intensa esta fuerza que me empujaba a ser "franco" y "claro" y decirles lo que sentía. Y eso fue lo que hice finalmente, por mucho que mi mente racional me pedía que no hiciera ni dijera nada que pudiera hacerles sentir incómodos y complicar la convivencia que nos quede por compartir. Pero lo hice.
Y hablé.
Qué alternativa propones? me respondieron. Yo no estoy dispuesto a dejar de verla o dejar de dormir con ella cada noche, y en el piso donde ella está no se siente bien, así que preferimos estar aquí.
Bien, propuse: que deje el piso donde en realidad ya no está y que pague una parte simbólica por compartir tu habitación doble, así como los trabajos comunitarios, durante el tiempo que estéis aquí hasta que encontréis un piso privado.

Tengo que decir que en este preciso instante (como a lo largo de todo el proceso de la conversación) estaban surgiendo diversas emociones y reacciones: por mi parte, una gran incomodidad con la situación y disgusto conmigo mismo; por la de ella, yo no tengo dinero para pagar esta habitación; por la de él, ella no tiene sus cosas aquí y (quizás de una forma tácita) no caben en mi habitación y no me apetece que las traiga.
En fin, no es necesario seguir relatando el desenlace de la historia.




Lo que sí quiero manifestar es que me sentí muy incómodo a lo largo de la conversación, como si estuviera interpretando un papel que no deseaba. Y seguí sintiéndome incómodo después.

Por qué me he metido en esto? Por qué no he podido "controlar mi mente" y estar bien, sin hacer ni decir nada, hasta el final, el resto del tiempo, quizás un mes, dos, los que necesiten?
Por qué he convertido en un problema (al sentirme molesto y afectado)
algo que podría no haberlo sido (de no sentirme afectado)?


Hasta que de repente cambié el enfoque y lo vi de otra manera.

¿Y si yo no he sido más que un mero instrumento? ¿Y si en realidad me he sentido empujado por la fuerza de una función que alguien debía realizar, en esta historia? ¿Y si en realidad mi personaje (el personaje que me ha tocado interpretar, aun a mi pesar) tenía una función que realizar? Cuál? No lo sé. No siempre tenemos que saberlo. Pero creo que a veces nos sentimos impelidos a hacer algo que no comprendemos conscientemente, pero que quizás hemos de hacer.
Como si en esta vida humana fuéramos "almas" o personajes que a veces les toca hacer de "condición" para que algo emerja y alguien afronte y resuelva.
Como si fuéramos "almas" o personajes con una conexión kármica con las demás almas o personajes, provocando situaciones, a veces aparentemente favorables y a veces aparentemente adversas, pero en cualquier caso una función, una misión. Una nueva oportunidad.












Y, sabes? De repente, verme como el personaje al que le ha tocado hacer de "malo" en la película, pero con una función precisa en la vida de estas dos personas, me ha permitido sentirme mucho mejor.

Porque el afecto
y las ganas de ayudarles no han estado ausentes en  ningún momento, y sin embargo esa fuerza invisible e incomprensible que me empujaba a "complicarles la vida", quizás formaba parte del plan.
Quizás va a ayudarles a que se planteen cosas que antes no habían visto. O previsto.
O no.
No lo sé. Pero sospechar que aunque mi actitud les resulte una "adversidad" y yo un "enemigo que les perjudica", aunque eso sea lo que aparentemente está ocurriendo, sospechar, digo, que lo que he hecho (me he visto empujado a hacer, como una marioneta) tiene una función, no sabes cómo me tranquiliza.




En cualquier caso, lo hecho hecho está. Y a veces, cómo duele el misterio de los hilos invisibles que mueven el carrusel.

Querida amiga, gracias por escucharme.

Fdo: L.



Querido amigo,

no sé qué más decirte que no me hayas enseñado tú a mí ya con esta carta, con esta ilustración.
Si acaso, que más sobre el tema que planteas puedes encontrarlo en:
http://crecejoven.com/espiritualidad--olga_menendez
y en
http://crecejoven.com/autoayuda--colin-tipping

Un abrazo fuerte y gracias por compartir.

Fdo: M.






















4 comentarios:

  1. Hola, Marié (y L.)

    Me parece que sin darle tantas vueltas, podemos expresar nuestro descontento con la actuación de los demás, educadamente, sin que nuestro amor por ellos --si lo teníamos-- disminuya. Por otra parte, querer justificar nuestras acciones pensando que 'quizás' son el resultado de una función que alguien debía realizar en el universo y que nosotros somos un mero instrumento, esto, decididamente, no va. Si nos preguntamos por qué no va, es porque de esta manera se podría justificar cualquier brutalidad, incluyendo, para exagerar pero para que se entienda, la tortura de animales.

    ResponderEliminar
  2. :)

    Cada cual sabe lo que hace (si incluye torturar animales) y con la motivación que lo hace, verdad?

    abrazo fuerte, Jaume.

    ResponderEliminar
  3. Excelente post Marié, muchas gracias por compartirlo, da gusto visitar este espacio de reflexión. Te invito a visitarme en:
    http://leyendas-de-oriente.blogspot.com/

    Un gran saludo, Oz.

    ResponderEliminar
  4. Lo haré, gracias.

    Abrazo y suerte. :)

    ResponderEliminar